El primer experimento fue realizado sobre un total de 3.000 hectáreas en el Reino Unido, Alemania y Hungría y los investigadores constataron que una exposición de las abejas a cosechas de colza cuyas semillas habían sido tratadas con dos de los neonicotinoides utilizados en agricultura, reducía la tasa de supervivencia de las colmenas en invierno en Hungría y el Reino Unido.
En las abejas alemanas se constataron menos efectos negativos.
Según Ben Woodcock, un entomólogo del Centro para la Ecología y la Hidrología (CEH) de Gran Bretaña y autor principal de este estudio, las diferencias de impacto de estos insecticidas en la viabilidad de las colmenas de los tres países podría explicarse por el acceso a plantas que no hayan sido tratadas y al estado de salud de las colonias. Así, en Alemania, las colmenas tenían mayores poblaciones en buena salud y más acceso a un largo abanico de flores salvajes para libar.
El segundo experimento fue efectuado en Canadá y mostró que las abejas obreras y las reinas de las colmenas morían antes en contacto con neonicotinoides y que la salud de las colonias se había debilitado.
“La cuestión de la verdadera exposición de las abejas a los insecticidas es controvertida y suscita un debate desde hace tiempo”, señaló Amro Zayed, biólogo de la británica Universidad de York y principal autor de ese estudio.
Tras estos estudios “no podemos seguir afirmando que los neonicotinoides en la agricultura no perjudican a las abejas”, concluyó David Goulson, profesor de biología de la universidad británica de Sussex.
Fuente original: http://www.ednh.news/es/blueprint-page-2/