Monsanto sabía del vínculo glifosato/cáncer desde hace 35 años

[Rebelión/Colectivo GM Free Cymru]

Según evidencia sacada a la luz de los archivos de la EPA (Agencia de Protección Ambiental) de Estados Unidos, se ha comprobado que desde 1981 Monsanto era completamente consciente del potencial cancerígeno del glifosato en mamíferos.

Recientemente, la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo público un informe en el que el glifosato (el principal componente del herbicida Roundup) fue clasificado como “posible cancerígeno” en seres humanos y como “suficientemente demostrado” por su genotoxicidad en animales1. Este anuncio del cambio de categoría a toxicidad 2A recibió vasta cobertura en los medios de todo el mundo haciendo que Monsanto pasara al modo “limitación de daños”. La corporación reclamó la retractación del informe ¡a pesar de que todavía no había sido publicado! Como estaba previsto, la respuesta más furiosa fue la de la industria liderada por la Fuerza de Tareas del Glifosato2. Esta fuerza de tareas también patrocinó una nota de “refutación”3 publicada en una revista y firmada por un grupo de escritores con fuertes vínculos con la industria biotecnológica; debido al sesgo muy claro mostrado en este documento (que sugiere que el glifosato no es un potencial carcinógeno en seres humanos) recibió poca atención hasta que fue cuidadosamente analizado por un equipo de investigadores independientes4.

Mientras Monsanto insistía en su protesta acerca de que el glifosato y el Roundup efectivamente son inocuos5 si se utilizan según las instrucciones a pesar de la evidencia acumulada que indica lo contrario, el Colectivo GM Free Cymru inició una búsqueda en los registros de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) con el objeto de averiguar todo lo que se sabía sobre el glifosato en el momento de la primera categorización. Esto pasó después de las primeras investigaciones realizadas por Sustainable Pulse que pusieron de manifiesto un súbito cambio en la visión que en 1991 la EPA tenía de la toxicidad. Lo que se descubrió fue muy revelador. En el periodo 1978-1986, hubo muchos experimentos con animales (ratas, ratones y perros) diseñados para verificar la toxicidad aguda y crónica del glifosato realizados para Monsanto en laboratorios como BioDynamics Inc. y presentados a la EPA para su estudio. Dos de esos informes están relacionados con estudios de la reproducción de ratas durante tres generaciones6, 7; hay otro que se titula “A Lifetime Feeding Study Of Glyphosate In Rats”8 (Estudio del glifosato en la alimentación de ratas durante toda su vida); pero, al igual que otros estudios más antiguos, eran y todavía lo son, tratados como secretos comerciales y no son de libre acceso al escrutinio independiente. Esto en sí mismo parece indicar que esos estudios contienen información que Monsanto continúa deseando que no sea examinado por expertos en toxicología. También es muy preocupante que la EPA accediera a las acostumbradas exigencias de secretismo atendiendo a los pretextos más nimios.

Sin embargo, algunos memorandos, tanto archivados como accesibles, de la EPA emitidos en los primeros años ochenta dan algunas indicaciones sobre el contenido de los estudios hechos con ratas9. Aunque los estudios son anteriores a la adopción de criterios internacionales para los ensayos y los estándares de la GLP, sugieren la presencia de importante daño hepático en las ratas del estudio de tres generaciones; la incidencia de dilatación tubular en el hígado era más alta en todos los grupos de ratas tratadas en comparación con los controles. La dilatación tubular y la nefrosis estaban también asociadas a fibrosis intersticial en todos los grupos del ensayo; en algunos de los lúmenes, los investigadores encontraron material amorfo y restos celulares. Menos de un tercio de las ratas de control mostraban señales de dilatación tubular. En los resultados de este estudio con ratas, las alteraciones de la mucosa vesicular eran significativas debido a que los metabolitos, concentrados por los riñones, habían derivado en hiperplasia que podía considerarse como un paso muy temprano y necesario para el inicio de tumores. En 1981, la EPA estaba preocupada por la posible morbilidad grave de estas señales y al principio se negó a extender un dictamen de “no se ha observado un efecto adverso” (NOEL, por sus siglas en inglés) y pidió más información e investigación adicional. En su Adenda de 1982, Monsanto presentó pruebas que minimizaban los efectos y confundían la información; sobre esa base, la EPA aceptó que era improbable que el glifosato fuera peligroso. No obstante, Monsanto sabía que el examen de la información sobre los estudios era una amenaza potencial para sus ambiciones comerciales, y a esto se debe que solicitara que los documentos de la investigación concernida fuesen retenidos y tratados como Secreto Comercial. Por lo tanto, no hubo escrutinio independiente y eficaz. Monsanto y la EPA fueron cómplices en mantener esa documentación lejos de la valoración de expertos imparciales, a pesar de la evidencia de daños (está claro que la EPA estaba pensando en los efectos cancerígenos; en 1981 ya sabía que el glifosato causaba crecimiento tumoral y enfermedad renal pero desestimó los hallazgos hechos como si fueran “un misterio” para poder extender el NOEL del producto químico y llevarlo al mercado).

La dosis de glifosato utilizada en la alimentación en los estudios con ratas era 100 veces menor a la empleada en estudios posteriores con ratones9. No está claro por qué esas dosis tan pequeñas fueron decididas por Monsanto y aceptadas por la EPA, aunque se sospecha que los estudios fueron manipulados o diseñados para evitar indicios de daño orgánico. En su memorando de mayo de 1986, la EPA comentó que eran dosis muy bajas y dijo que ninguna de las dosis utilizadas en los ensayos estaba siquiera cerca de la “dosis máxima tolerada” (MTD, por sus siglas en inglés). Entonces, la Comisión de Revisión de la Oncogenicidad por los Pares dijo: “Con dosis cercanas a la MTD, los tumores podían haberse inducido”. Se pidió la repetición del estudio con ratas. Sin embargo, BioDynamics (que realizó la investigación para Monsanto) utilizó datos extraídos de tres estudios no relacionados hechos internamente como controles históricos para crear “ruido experimental” y minimizar la importancia de los resultados en el experimento.

En un estudio con ratones con la más alta dosis ensayada llevado a cabo en 1983 por BioDynamics Inc. para Monsanto10, hubo un ligero incremento de incidencia de adenomas (tumores benignos) tubulares en riñones entre los machos. Se encontraron tumores malignos en el grupo de las dosis más altas. Sin embargo, “según la opinión de dos patólogos que revisaron los ensayos, los tumores no estaban relacionados con el tratamiento”. Entre otros efectos había hipertrofia centrilobular, necrosis de células hepáticas, nefritis intersticial crónica, basofilia celular en epitelio tubular e hipertrofia en las hembras. La comisión de la EPA determinó que había una “débil respuesta oncogenética”, por lo tanto una sugestiva evidencia temprana de malignidad. Se pidió la opinión del panel consultivo de la EPA; el panel dijo que los datos eran dudosos y recomendaron más estudios con ratones y ratas. En 1985 se publicó un nuevo informe. Estos titubeos se debían en parte a la extendida –aunque falsa– creencia que tenía la EPA de que los efectos fisiológicos estaban relacionados con la cuantía de las dosis, es decir, cuanta más alta fuera la dosis, mayores serían los efectos. […]

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Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García.

Foto: Austinvalley-CC-By