«En los últimos 27 años, nuestro colectivo ha recorrido un largo camino, pero aún queda mucho por hacer. El mundo está sumido en una agitación sin precedentes y todos nos enfrentamos a crisis superpuestas profundamente arraigadas: económicas, sociales, democráticas, ecológicas, sanitarias, patriarcales y racistas. La mentalidad dominante y las instituciones que controla son incapaces de aportar soluciones reales. Necesitamos urgentemente un cambio sistémico y transformador y apoyo a las luchas de los movimientos sociales.
Los retos interrelacionados de la pandemia COVID-19, la crisis climática, la pobreza agravada por el combustible o los alimentos, las crecientes tensiones internacionales, los conflictos y el aumento del hambre tanto en el Sur Global como en el Norte Global, han iluminado las conexiones entre las diferentes luchas por la justicia global. Al mismo tiempo, sin embargo, han obligado a muchos movimientos sociales a centrarse en las respuestas inmediatas y las necesidades locales. Muchas comunidades vulnerables no están recibiendo el apoyo que deberían, y se enfrentan a una creciente inseguridad alimentaria y a los efectos del cambio climático. L@s pequeñ@s productor@s de alimentos están quebrando, mientras que l@s trabajador@s agrícolas y de la alimentación (much@s de ell@s migrantes) están perdiendo sus empleos mal pagados y su acceso a los alimentos. Al mismo tiempo, sus empleador@s, las grandes empresas agroalimentarias, absorben recursos públicos clave y siguen obteniendo beneficios inauditos.
L@s miembros del CIP prevén que esta crisis reforzará un sistema alimentario industrial que es responsable de la degradación medioambiental y de un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Este sistema contribuye a crisis sanitarias mundiales como la pandemia de COVID-19, genera pobreza y hambre, proporciona escasa o nula protección social a millones de personas e inunda el mercado mundial de comida basura vinculada a enfermedades no transmisibles generalizadas como la obesidad, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes. Reclamamos un cambio de paradigma que reivindique los sistemas alimentarios como bienes públicos comunes para el bienestar de las personas y del planeta, basado en la centralidad de los derechos humanos, que ponga en práctica la soberanía alimentaria, reconozca la primacía de las políticas públicas y fortalezca un modelo de gobernanza genuinamente inclusivo, democrático y coherente, capaz de alcanzar el derecho a una alimentación y nutrición adecuadas para tod@s, ahora y en el futuro».